lunes, 17 de octubre de 2016

La disciplina del ejército romano

La disciplina del ejército romano

A lo largo de su historia, los romanos diseñaron una estructura militar jerarquizada y organizada dentro de un riguroso marco normativo que establecía las funciones y competencias de cada uno de sus miembros, así como la imposición de sanciones para quienes desobedecían la ley y/o las ordenes de sus superiores.

Pero como reza una antigua frase, Roma no se hizo en un día. Para finales de la época republicana, el ejército romano estuvo sumido en una crisis originada por las normas de ese tiempo, que establecían el voluntariado de los soldados, toda vez que el servicio militar únicamente era obligatorio en épocas de guerra, y se excluía a quienes no estaban censados y a aquellos que no tenían propiedades ni podían costear su propio armamento. Otro problema recurrente era que en caso de guerra, los cónsules eran los encargados de comandar las legiones, sin tener en cuenta su reputación o experiencia militar, lo que incidía negativamente en el desempeño bélico. 

A partir de las reformas de Mario en el año 107 a. c., se instituyó la profesionalización del ejército, y con ello un nuevo régimen que dio apertura a la incorporación de gente pobre a las filas militares, un sistema de jubilación y una nueva estructura militar en el que cada legión estaría compuesta por diez cohortes y cada cohorte por seis centurias. Se incorporó el cargo de legatus para comandar las legiones, siguiéndole en jerarquía los tribunos militares, los centuriones y los principales. Además, se instauró un adoctrinamiento militar permanente para los soldados que incluía estrictos deberes y obligaciones que de no ser realizados, acarreaban severas sanciones. 

En el libro El Ejército Romano de Adrian Goldsworthy, se nos cuenta que los optiones, suboficiales que pertenecían a la categoría de los principales, caminaban tras la última fila de la formación con un garrote en mano, con el que golpeaban a cualquiera que se saliese de su sitio o hablara con el compañero. Los centuriones usaban una vara llamada vitis (vid), que era usada con frecuencia para el azote de los soldados, lo que provocaba cicatrices en sus espaldas. 

Era común que los castigos corporales se inflijan a voluntad y capricho de los oficiales, situación que generaba un descontento en las filas que se materializaba en caso de ocurrir un motín. Al respecto, el historiador Tácito nos relata que en el año 114 d.c. las legiones amotinadas en Panonia habían linchado al centurión Lucilius apodado «Tráeme otra» (cedo alteram). Este sobrenombre se debía a que, una vez rota su vara de vid sobre la espalda de un soldado, pedía otra en voz alta.

La pena de muerte se aplicaba a diversas situaciones. Los soldados que se quedaban dormidos mientras estaban de guardia eran golpeados hasta la muerte por sus compañeros; el truco de los más viejos era apoyar el largo escudo en su pilum (lanza) para descansar sobre él y dormitar en pie. Aquellos que desertaban, conspiraban o realizaban un motín, podían ser crucificados, arrojados a las bestias salvajes o simplemente ejecutados. La desobediencia de un soldado raso a una orden directa del tribuno militar o del legatus también era sancionada con la máxima pena.

Probablemente el castigo más cruel era el decimatio o diezmo, que solo se empleaba en casos extremos de sedición y cobardía. De forma aleatoria y sin distinción de rango, se seleccionaba a una décima parte de los soldados para que fueran asesinados a golpes por sus propios compañeros; mientras, los supervivientes eran obligados a dormir fuera del campamento. 

Esa práctica se mantendría incluso en el manual militar Strategikon, redactado por el emperador bizantino Mauricio I, que dispuso: “Si durante una acción general o batalla las tropas que habían formado para el combate se retiraran –tal nunca ocurra- sin una buena y evidente justificación, ordenamos que los soldados del tagma que primero se puso a huir y a abandonar la línea de batalla o su propio meros sean abatidos y diezmados por los otros tagmas, puesto que han desbandado sus filas y son culpables de la derrota de todo el meros. Pero si ocurriera que alguno de ellos fue herido en la batalla, quedará exento de tal veredicto”.

El orden y la disciplina que caracterizaron al ejército romano era necesario, dado que fueron factores fundamentales para cosechar victorias frente a los numerosos pero desorganizados pueblos barbaros, razón por la cual su exitoso régimen militar fue asimilado por las culturas que le sucedieron.

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Este artículo ha sido realizado por Alberto Quijano (@LuchitoQuijano en Twitter)

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