viernes, 1 de julio de 2016

Costumbres latinas de hoy (II)

Os presentamos a continuación la segunda parte de las Costumbres latinas de hoy ya que a muchos de los lectores de este blog les interesó conocer algunos aspectos más y demás curiosidades que mantenemos en nuestros días y que provienen del mundo grecolatino. Debemos tener presente, como ya dijimos en el anterior artículo, el hecho de que aunque estas costumbres nos lleguen desde este mundo siempre tendrán sus variantes y no serán exactamente las mismas. Igualmente será vuestro trabajo observar y juzgar las similitudes y diferencias de los siguientes aspectos con la actualidad.

El  primer tema del que vamos a hablar será el del calendario.  Durante el reinado del primer rey de la monarquía, Rómulo, no existían reglas para regular el calendario y por eso se decidió acomodarse al ciclo lunar. Los años se dividirían en meses y cada uno de estos se nombraría según el culto a distintas divinidades. Estos meses son los mismos que tenemos hoy en día, pero varían en ciertos aspectos.

La primera reforma del calendario la realizaría Julio César, quien cambiaría el nombre del mes Quintilis a Iulius para dedicarlo a su persona. Posteriormente el mes Sextilis cambiaría su nomenclatura por el de Augustus, para hacer honor a Augusto. He aquí el nacimiento de nuestros meses Julio y Agosto.

César sería también quien adaptaría el calendario al curso solar tomando como base la medida que tenía Egipto. Entonces el año constaría de 365 días y 6 horas acumulables para añadir un día más en Febrero cada cierto tiempo, aunque los romanos repetirían el día 24 de este mes y no añadirían el día 28 como hacemos nosotros en la actualidad. Los demás meses contendrían los mismos días que tienen hoy en día.

La última reforma la realizaría Gregorio XIII, consiguiendo finalmente el calendario actual que fue propuesto en el s. XVI ya que se había producido un grave desfase horario y se debían tomar medidas para poder regularlo. Por ello, en 1582 se decidió pasar del día 4 de Octubre al día 15 directamente, y fue así como quedó regularizado el año.

El siguiente aspecto será el de la educación. En los primeros tiempos el pater familias se ocupaba personalmente de la formación de sus liberi y la mater familias se hacía cargo de ellos hasta los siete años. Acogiendo la tradición griega, en ocasiones se contrataba a un pedagogo que sería el responsable de la educación de los niños hasta la pubertad.

En cuanto a la schola, sabemos que estaba regida por el calendario religioso al igual que en nuestros tiempos. Las clases se daban por la mañana y era mixta hasta los doce años. Un grammaticus era el responsable de la enseñanza de los niños en cuanto a la mitología y literatura clásica, mientras que las niñas serían consideradas adultas a los catorce años para convertirse en matronas, pero algunas podían tener un preceptor que les enseñara también literatura. En esta época la educación intelectual de la mujer no era de suma importancia.

En época tardorrepublicana se produjo un cambio en la formación intelectual de las mujeres a causa de la situación política, el contexto cultural y la influencia del surgimiento de mujeres cultas en sociedad. Estas mujeres cultas serían muy criticadas por autores de la época como Juvenal, quien es considerado uno de los autores de las sátiras más misóginas existentes (sátira VI). La lucha de la mujer por la igualdad está llevando siglos de esfuerzo y podemos ver aquí un ejemplo de hasta dónde nos podemos remontar en el trato de esta cuestión.

El último aspecto a comentar, y puede que el más curioso, es el asunto de la sexualidad. Se suele tener una idea equivocada de la libertad sexual que podía existir en Roma o Grecia. La sexualidad no era ni un tema tabú ni un tema del que se pudiera hablar con total tranquilidad y de forma abierta. Nos vamos a centrar en la prostitución en Roma.

La prostitución era un oficio mal visto por la sociedad, pero esto no impidió que se desarrollara de forma natural como cualquier otra actividad comercial. La ejercían tanto hombres como mujeres. Las leyes no iban en contra de la práctica del oficio, pero sí estigmatizaba al conjunto de prostitutos otorgándoles el título de infames, es decir, aquellos “faltos de buena reputación”. Se les prohibía casarse, heredar y prestar testimonio en juicios. Básicamente, quedaban apartados de la vida social.

Las mujeres que quisieran realizar este tipo de actividades estaban obligadas a registrarse ante la oficina del edil. Una vez inscritas recibían la licentia stupri, que suponía el tener que pagar un impuesto llamado vectigal meretricium para poder trabajar en lugares públicos.

En este enlace podéis leer la primera parte de este artículo: Costumbres latinas de hoy (I)

Este artículo ha sido realizado por Ana Belén García (@anabgarcia20 en Twitter)