martes, 21 de junio de 2016

En defensa de las letras y la filología

Nadie es igual a otra persona; cada uno es diferente, sin embargo, sí compartimos algunas funciones con el resto de habitantes del planeta: nacemos, crecemos, comemos y alguna que otra más, todas triviales. Pero además, en algunos seres, más o menos especiales, nace otra coincidencia: querer estudiar Filología. No se sabe si es algo innato como el respirar o algo que de repente surge, como cualquier otra pasión, ya sea bailar, cantar o dibujar. Sí, decimos pasión porque así es como sentimos lo que estudiamos, aunque para muchos, las palabras “pasión” y “estudiar” no puedan ir en la misma frase. Porque digo yo que hay que tener PASIÓN para dedicar una vida a estudiar frases, palabras o incluso letras, fonemas. Los científicos diseccionan partes del cuerpo y nosotros diseccionamos partes de palabras. Observamos qué parte tiene significado y qué no; qué parte es invariable o está sujeta al cambio y cuál no; qué sonidos están en la misma zona a la hora de pronunciar, sabiendo que tenemos que diferenciar entre prepalatal y postpalatal entre ápice de la lengua y postdorso de la misma; entre alveolo y coronal, ¿términos científicos? No, señores: filología.

Y así con mil ejemplos, porque ni siquiera el diccionario nos ayuda cuando se trata de un significado, pues este puede depender de la denotación, connotación, hermenéutica, semiología, pragmática y mil casos más. ¿Fácil? Una fórmula de química va a ser siempre igual, mientras que un lenguaje cambia a diario y lo más importante, somos los propios humanos los que lo cambiamos y para eso tiene que existir un filólogo, para estudiar esos cambios, para analizarlos, para ENSEÑARLOS. ¿De qué sirve saber mucho de cualquier competencia si no sabes hablar? Quedamos representados por nuestro lenguaje, es nuestro vehículo de expresión y conocimiento. Somos lenguaje. Por eso es importante manejarlo y conocerlo a la perfección. Algo que, aunque parezca básico, muy poca gente consigue.

Luego viene la literatura. “Hay que ser muy tonto para estudiar los libros de alguien que desapareció hace siglos”. Cuántas veces habremos oído cosas de este tipo, y es que a nadie le gusta la literatura, a todos les parece una pérdida de tiempo, eso sí, cuando me quiero hacer el culto, cito algún autor célebre sin pensarlo. Y si es en latín mejor, que esta es una lengua muerta inútil hasta que la necesito para aparentar que mi cerebro muerto (pues es verdaderamente lo único muerto que hay en esta situación) ha resucitado.

Durante siglos, las humanidades, el trívium eran los conocimientos más valorados. Fue a partir del siglo XVIII cuando esa concepción empezó a cambiar y las ciencias empezaron a ser más valoradas pero aun así, ambas competencias convivían armoniosamente en una situación de igualdad y respeto, pues ambas son necesarias. En mi opinión, ha sido en este siglo, con el incremento de las tecnologías, lo que ha hecho cambiar esta perspectiva y dejar las humanidades relegadas a esos a los  que “no se les dan bien las matemáticas”. Cuánta ignorancia, ¿no?

El principal problema de esta cuestión es que la gente entiende por filología la asignatura de lengua y literatura en bachillerato. Vamos a utilizar el cerebro un poco de manera abierta, aunque a algunos les cueste: elijan cualquier carrera: Matemáticas, Química, Física o incluso, Historia. ¿Se da lo mismo que en el colegio? No, ¿verdad? No tiene ni punto de comparación y nadie lo duda, entonces, ¿por qué sí se piensa eso de las filologías? Como con todo en la vida, hablar es muy fácil y más, si no se sabe nada acerca del tema en cuestión. 

Por desgracia, no creo que ni este ni ningún artículo sirva para hacer cambiar esas mentes cuadriculadas que piensan lo que estamos tratando de combatir. Sin ninguna duda, todo depende de la educación y la tolerancia que tenga cada uno. Nosotros podemos afirmar alto y claro que hacemos lo que nos gusta, por vocación, sin importarnos el qué dirán o lo que suceda mañana. Algo que no todos pueden decir.

Estudio Filología porque pienso que la vida no está formada por cosas exactas, que no todo es blanco y negro. A veces hay que cotejar, como si de manuscritos se tratase y descubrir que la verdad no siempre es lo que se ve a primera vista y que hay que ir más allá: los sentimientos, las pasiones, lo inefable, lo indescriptible. Somos vida gracias a esto y no es precisamente ciencia.

Nunca dejen de aprender y de hacer lo que verdaderamente les llene.

            Soy de Humanidades y estudio Filología porque vivo.

Este artículo ha sido realizado por @FilolCabreados en Twitter

jueves, 16 de junio de 2016

Costumbres latinas de hoy (I)

Siempre se dice que el latín, así como el griego, no tiene cabida hoy en día. Que es algo del pasado y que ya no sirve para nada. La gente que suele mantenerse firme en esta postura realmente no conoce que, muchas de las costumbres y la cultura que poseemos hoy en día, procede de Grecia y Roma. Todas estas costumbres han sido adaptadas a causa del paso del tiempo, de la religión, del cambio de pensamiento y demás factores.  Vosotros, lectores, seréis quienes juzguéis las similitudes y diferencias entre las costumbres latinas que explicaremos a continuación y la realidad de hoy día.

El primer aspecto que trataremos será el matrimonio. Este se corresponde con el término latino connubium (además de otros) y era considerado por los romanos como un acuerdo o contrato entre familias, lideradas por el pater familias, cuya finalidad principal era la de legitimar la gens y preservar los cultos y costumbres familiares.

Existían también distintos tipos de matrimonio. De entre los más famosos destacar el matrimonio cum manu o ad manus, en el que el marido tenía derecho sobre los bienes de la esposa. En contraposición a este existía el matrimonio sine manu en el cual dichos bienes seguían siendo competencia del padre de la novia. Uno de los aspectos a destacar era el uso del anillo de compromiso. Sabemos que los romanos gustaban de todo tipo de ajuares y joyas e incluso introdujeron la costumbre de que ambos contrayentes llevaran un anillo como muestra de su compromiso y a modo de “firma del contrato”.

Como todo contrato obviamente podía ser anulado por distintas causas. Estas podían ser la muerte de un cónyuge, pérdida de la ciudadanía, adulterio y demás. A su vez, existían alternativas al matrimonio como el concubinato (convivencia de un hombre y una mujer con una serie de reglas) o el contubernio (convivencia de esclavos con hombres libres o esclavos con sus semejantes).

Otro aspecto del que vamos a hablar a continuación es del ámbito funerario. Las ceremonias relacionadas con el funeral (funus) en Roma variaban según el rango económico del fallecido. Así podemos distinguir funus militare, funus publicum o funus imperatorum entre otros. Este rango que giraba en torno a las riquezas afectaba también en el sepulchrum y su decoración, más monumental para las gentes ricas y mucho más humilde para las clases más bajas. Además en Roma se hubo de moderar el lujo en los funerales ya que las personas más ricas comenzaron a excederse en la decoración y en el encargo de tumbas monumentales.

Todos estos tipos de funus anteriormente mencionados tenían en común la celebración de una procesión funeraria (pompa) que solía hacerse de noche con el difunto conducido en un feretrum hasta la necrópolis situada extra muros. Podemos destacar también la creación de diferentes tipos de tumbas. Destacan la tumba en caja, las ánforas o las cajas de madera cerradas con clavos.

El último aspecto es el de las supersticiones en Roma. Podemos definir la superstición como una creencia sin fundamento racional que consiste en atribuir carácter mágico o sobrenatural a determinados sucesos aleatorios durante la vida cotidiana.

Los romanos gustaban mucho de estas creencias paranormales e incluso podríamos hablar de su trato en el ámbito público y privado. En cuanto al primero sabemos de la presencia de augures y otros sacerdotes encargados de la predicción del futuro o de procurar el bienestar de la ciudad realizando una serie de ritos y cultos a los distintos dioses. Esta es la causa de la realización estricta de los ritos en Roma. En el ámbito privado se alude a las ceremonias en el lararium del hogar a los distintos dioses domésticos.

Algunas de estas supersticiones eran, por ejemplo, la caída de un cuadro, ver la luna nueva desde la ventana o tropezar al salir por el umbral de la puerta.

En este enlace podéis leer la segunda parte de este artículo: Costumbres latinas de hoy (II):  

Este artículo ha sido realizado por Ana Belén García (@anabgarcia20 en Twitter)

domingo, 5 de junio de 2016

Características generales del Teatro

El teatro tiene un triple origen. En primer lugar, es un teatro autóctono propiamente itálico; en segundo lugar, tiene un origen etrusco; por último, está muy influenciado por el teatro griego. Influyen también las tragedias de Esquilo, Sófocles y Eurípides, además de la comedia de Aristófanes y Menandro. Subgéneros:

- Tragedia:

Coturnata, inspirada en los griegos.
Praetexta, inspirada en los romanos.

- Comedia:

Paliata, inspirada en los griegos.
Togata, inspirada en los romanos.
Atelana, historias populares, con máscara.
Mimo, historias populares, sin máscara.

- La máscara. Para sus interpretaciones, los actores llevaban una máscara. Eran de madera ligera y tela, y servían de altavoz. Las máscaras representaban a personajes tipo.

- Personajes y argumentos. Para Aristóteles, el personaje es el argumento. Los personajes, según la tragedia o la comedia, pueden ser:

Tragedia: Dioses, héroes, reyes… Son personajes que desarrollan historias importantes.
Comedia: Los personajes son gente sencilla (amada, criado, amante). Son historias sencillas de enredo.

- Estructura de una obra:

Tragedia: Cinco actos. Cada acto cuenta con diálogos y el coro.
Comedia: Cinco actos. Con diálogo pero sin coro (en Grecia si había coro).

- Lenguaje:

Tragedia: Lenguaje grandilocuente y elevado, que caracteriza al personaje (verso).
Comedia: Lenguaje coloquial (verso).

- Fin:

Tragedia: El fin es la purificación (catarsis).
Comedia: Crítica social a través del humor.

Los autores que cultivaron este género y sus obras más importantes son:

- Tragedia: Marco Pacuvio (sólo fragmentos); Séneca: Hercules furens, Medea, Agammenon y Medea (coturnatas) / Octavia (praetexta).
Comedia: Plauto: Anfitrion, Aulularia, Asinaria y Miles gloriosus; Terencio: Andria, El eunuco, Los Hermanos y Formio

miércoles, 1 de junio de 2016

Características generales de la Épica

La épica nace en Grecia, gracias en su mayor parte a Homero (autor de la Ilíada y la Odisea). El tema principal es el héroe y el origen de un pueblo. Los protagonistas son dioses, reyes, héroes, etc. Destaca la importancia del destino (fatum)

Su fin es enseñar (docere), educar según unos modelos. El héroe va a encarnar las virtudes del todo bien romano. Otra de las virtudes es la propaganda política. Su lenguaje es grandilocuente (gravis / levis). Toda la épica está escrita en hexámetros dactílicos. Una obra épica se dividía en cantos. Al principio, la obra comienza con una invocación a las musas. La obra continúa alternando partes narrativas con partes dialogadas. Un subgénero de la épica es el epilio, que es un canto menor, de tema amoroso y con un lenguaje muy mitológico.

Los autores que cultivaron este género y sus obras más importantes son:

-     Livio Andrónico: Odisea.
-    Virgilio: En el año 39 a.C. publica Las Bucólicas, que pertenecen al género bucólico o pastoril. Constan de diez composiciones, y los temas que aparecen son el amor, la vida en el campo y la mitología. Años más tarde, concretamente en el 29 a.C. publica Las Geórgicas, obra que pertenece al género de la poesía didáctica y consta de cuatro libros (agricultura, árboles, ganadería y apicultura). Por último, en el año 19 a.C. Virgilio escribe La Eneida. Ese mismo año, durante un viaje a Grecia, enferma y muere, quedando inacabada su obra. Dos años después es publicada.
- Ovidio: Metamorfosis, obra formada por 250 epilios. Aparecen transformaciones de diversos tipos, como animales, plantas o piedras.