martes, 24 de febrero de 2015

La Primera Guerra Civil Romana (88-81 a.C.)

La Primera Guerra Civil de la República de Roma (88-81 a.C.) fue la primera de las guerras civiles que sufrió Roma en el siglo I a.C., y que llevaron finalmente al final de su sistema político y a la instauración del Imperio Romano. La guerra enfrentó a las dos facciones políticas en las que se había dividido Roma: los optimates, partidarios del poder del Senado, y los populares, partidarios del poder de los comicios o asambleas populares. Tuvo causas tanto políticas como personales, pues su origen se encuentra en el enfrentamiento entre dos generales, el popular Cayo Mario y el optimate Lucio Cornelio Sila.
Busto de Lucio Cornelio Sila
El origen del conflicto se encuentra en Asia menor, en donde el rey Mitrídates VI de Ponto había iniciado una política expansionista, lo que le enfrentó a Roma y a su aliado el reino de Bitinia. El comandante de Mitrídates, Arquelao, derrotó al ejército de Bitinia en la batalla del río Amnias, y al ejército romano en la batalla del monte Scorobas. Tras estas batallas Ponto se anexó Bitinia y la provincia romana de Asia, pasando a controlar casi toda Asia Menor. La mayoría de las ciudades de Asia Menor recibieron al rey de Ponto como un liberador del dominio romano. Por su parte Mitrídates autorizó la ejecución de 80.000 ciudadanos romanos que se encontraban en Asia Menor.
La situación era crítica, por lo que el Senado se vio en la necesidad de enviar tropas para recuperar Asia Menor. Sin embargo, se vio envuelto en una lucha personal y política, pues eran dos los generales que deseaban el mando de las tropas, Cayo Mario y Lucio Cornelio Sila. El Senado se decidió por Sila, que partió a tomar el mando de sus tropas. Sin embargo durante su ausencia Mario sobornó al tribuno de la plebe, Publio Sulpicio Rufo, que consiguió que el Consejo de la Plebe aprobara una propuesta que daba el mando de las tropas a Cayo Mario, creando una contradicción legal.
Había pues designados dos generales contra Mitrídates VI, cada uno de ellos apoyado por una facción política y por una institución de la República. Enfrentado a esta situación, Sila tomó una decisión sin precedentes y marchó con su ejército hacia Roma. A pesar de los esfuerzos de Mario para defender Roma, Sila entró con cinco legiones en la ciudad sin apenas oposición. Cayo Mario y Sulpicio Rufo huyeron de Roma. El primero consiguió embarcarse y esconderse en una isla cerca de la costa de África, pero el segundo fue capturado y ejecutado. 
Busto de Cayo Mario
Sila consiguió que el Senado declarara a sus oponentes enemigos de la República y proclamó nuevas leyes que fortalecían el poder tradicional del Senado. En las elecciones consulares de ese año, el 87 a.C., fueron elegidos Cneo Octavio, optimate, y Lucio Cornelio Cina, popular. Sila les hizo jurar que no revocarían su legislación y se embarcó hacia Asia menor para enfrentarse a Mitrídates VI y el reino de Ponto.
Durante la ausencia de Sila, Cornelio Cina presentó una propuesta de ley que revocaba las leyes dictadas por Sila, lo que supuso la ruptura de su juramento. Su colega consular Cneo Octavio logró privarlo de su dignidad consular y expulsarlo de Roma con la ayuda de la mayoría optimate del Senado. Cina huyó al sur de Italia, en donde los populares tenían muchos partidarios, y consiguió que Cayo Mario volviera de su exilio. Entre los dos organizaron un ejército y marcharon contra Roma, que no estaba en condiciones de defenderse debido a una epidemia que azotó la ciudad un par de meses y a que Mario y Cina interceptaron los suministros de trigo tras saquear Ostia, el puerto de Roma. 
Tras entrar en Roma Cayo Mario y Cina se entregaron a una orgía de venganza contra sus enemigos políticos, especialmente en el Senado, que quedó muy debilitado. En el 86 a.C. Mario y Cina forzaron su elección como cónsules. Sin embargo, dieciocho días más tarde de tomar posesión como cónsul, Mario murió debido a su avanzada edad, y Cina se quedó solo ante el gobierno de Roma. Una de sus primeras medidas fue enviar un ejército a Asia menor contra Mitrídates VI y contra Sila, que seguía al mando de sus legiones. El ejército enviado por Cina y mandado por el legado Flavio Fimbria derrotó al ejército póntico y consiguió que muchas ciudades volvieran a aceptar la soberanía romana. 
Busto de Mitrídates VI de Ponto
Ante esta situación, que perjudicaba tanto a Mitrídates VI como a Sila, ambos llegaron a una acuerdo con el tratado del Dárdano en el 85 a.C., por el que Mitrídates renunciaba a las posesiones que había conquistado en Asia Menor. Sila volvió entonces su atención al ejército de Fimbria. Este, ante la
superioridad de Sila y el amotinamiento de sus tropas, se suicidó, dejando a Sila abierto el camino hacia Roma.
Ante el inminente retorno de Sila, las tropas de Cina se amotinaron y le asesinaron, lo que fue el comienzo del fin del régimen popular a la vez que dictatorial que Cina había instaurado en Roma. Muchos antiguos partidarios de Mario y Cina se pasaron al bando de Sila. Este desembarcó con su ejército en Brundisium, en el sur de Italia, y derrotó a los ejércitos populares entre el 83 y el 82 a.C. en las batallas del monte Tifata, de Sacriportus y de Porta Collina, frente a los muros de Roma. Tras esta última batalla, en la que consiguió el dominio de Roma, Sila ordenó la ejecución de muchos de los prisioneros populares.
Tras su completa victoria, Sila celebró su triunfo adoptando el nombre de Felix, y obtuvo del Senado su nombramiento como dictator legibus faciendis et reipublicae constituendae causa (dictador para la creación de las leyes y la constitución de la República) por un periodo indefinido, al contrario que en anteriores dictaduras. Comenzaba el periodo de terror que sería conocido como la dictadura de Sila.
Mapa de Oriente Medio y Asia Menor en el 88 a.C.

domingo, 8 de febrero de 2015

Cayo Valerio Catulo

Busto de Cayo Valerio Catulo en Sirmione
Cayo Valerio Catulo (Gaius Valerius Catullus), nació el año 84 a. C. en Verona, al norte de Italia, durante el cuarto consulado de Lucio Cornelio Cina, y murió el 54 a.C. El padre de Catulo era amigo de César, mas el propio Catulo lo despreciaba:

César, no le dedico demasiada
atención a agradarte,
ni a saber si eres hombre blanco o negro.

De Catulo conservamos 116 poemas, los denominados "Carmina". En su obra podemos ver poemas muy diferentes –no solo por el contenido sino también por la forma–. Tenemos poemas de amor, pero también de odio; tenemos poemas tiernos, pero también de venganza; tenemos poemas breves, mas también poemas extensos. Viendo los poemas que citamos, es evidente que Catulo fue talentoso en unir diferentes registros de la lengua. Con ello queremos decir que sabe adecuar su lenguaje dependiendo del poema que está escribiendo. Sabe qué palabras utilizar en cada momento y con qué fin. En Catulo es inagotable ese lenguaje de caricias y de amor que representa el amor que sentía por Lesbia. La forma de los poemas de amor expresan todo ese amor que sentía Catulo por su amada; expresaba su amor sincero y desinteresado. Por otra parte, también es inagotable el lenguaje grosero y obsceno.

Sin embargo, a Catulo se le conoce más por esos poemas que le dedicó a su gran amada Lesbia. Este romance le trajo más de un dolor de cabeza, aunque él la amó con toda su alma. Este amor puro, sincero, desnudo y desinteresado lo podemos ver reflejado en muchos poemas del poeta veronés:

Vivamos, Lesbia mía, y amemos,
y las habladurías de esos viejos tan rectos,
todas, valorésmoslas en un solo as.
Los soles pueden morir y renacer:
nosotros, en cuanto la efímera luz se apague,
habremos de dormir una noche eterna.
Dame mil besos, luego cien,
luego otros mil, luego cien una vez más,
luego sin parar otros mil, luego cien,
luego, cuando hayamos hecho muchos miles,
los revolveremos para no saberlos
o para que nadie con mala intención pueda mirarnos de través,
cuando sepa que es tan grande el número de besos.

Catulo sufrió mucho, puesto que Lesbia no le era fiel. Sabemos –gracias a Apuleyo – que el apodo de “Lesbia” corresponde a Clodia, una mujer casada. Se dice de ella que tuvo diversas aventuras a lo largo de sus dos matrimonios, y que siguió teniendo affaires con diversos hombres tras la muerte de su segundo marido (Quinto Cecilio Metelos Céler). Catulo era uno de esos amantes, lo cual no le sentó nada bien, como vemos en el poema LVIII:

Mi Lesbia, Celio, aquella Lesbia mía,
aquella Lesbia a la que amó Catulo
(únicamente a ella)
más que a sí mismo y que a los suyos todos,
ahora por las esquinas y callejas
se la pela a los nietos del gran Remo.

En conclusión, los poemas son grandes maravillas ya sea por la expresión del amor sincero y desnudo que siente por Lesbia, ya sea por ese lenguaje obsceno y lleno de insultos que encontramos en otros poemas. Catulo ha tenido tanta popularidad en la actualidad  porque su poesía es tan próxima en forma, estilo y espíritu a mucha de la nuestra contemporánea. Su poesía es diferente a la poesía que le precedió. Esta «modernidad» hace popular a Catulo entre nosotros.


Entrada realizada por Kevin Prell Trevejo (@Indeclinabilis)