sábado, 24 de mayo de 2014

El teatro latino

El teatro era el único género literario que en la época de la helenización de la cultura latina existía ya, de alguna manera, en Roma con una rica tradición popular. El carácter itálico se distinguía por una tendencia a la chanza, a lo grotesco y a lo mordaz que desde antiguo se plasmaba en representaciones improvisadas de gran raigambre popular. Sin embargo, el origen del teatro y de las representaciones dramáticas regladas debe vincularse a la helenización general de la cultura romana tras la primera guerra púnica. El teatro es el más claro ejemplo, aunque no el único, de la habilidad de la civilización romana para apropiarse de manifestaciones artísticas de otros pueblos impregnándolas de su propio espíritu.
En la denominación que la literatura latina utiliza para las obras dramáticas o teatrales no se habla de tragedias y comedias; el término habitualmente utilizado para cualquier tipo de representación teatral es "fabula". La distinción entre unas formas dramáticas y otras se basa más bien en el origen del asunto tratado y en la caracterización de los personajes en escena. No obstante, la tragedia suele presentar como protagonistas a dioses o héroes por lo que su tono es solemne y su lenguaje elevado; en cambio, la comedia se ocupa del hombre de la calle por lo que el lenguaje que utilizan los actores es desenfadado y grosero. Se distinguían así los siguientes tipos de dramas: 
Teatro de Mérida

TRAGEDIA 


Fábula crepidata o coturnata: Tragedia de asunto griego; se caracterizaba porque los actores usaban el "coturno" o bota alta característica de los actores trágicos griegos.  Fábula praetexta: tragedia cuyo tema se basa en la leyenda o en la historia romana. Toma el nombre de la toga orlada que llevaban los hombres ilustres en Roma. 

COMEDIA 


  • Fabula palliata: comedia latina de asunto griego. Recibía este nombre porque los actores se cubrían con el "pallium" o manto griego.
  • Fabula togata: comedia sobre temas y personajes romanos. Los actores vestían la toga. 


Tampoco existió en Roma en los primeros tiempos una especialización de los dramaturgos en trágicos y cómicos. Los iniciadores del género, Livio Andrónico y Nevio, escribieron indistintamente obras de argumento trágico y cómico, sólo a partir de Plauto se observa una tendencia a ceñirse a uno de los géneros. 



Los distintos tipos dramáticos (tragedia y comedia) tuvieron desigual suerte en su desarrollo, conservación y transmisión. La tragedia se cultivó con cierta asiduidad entre el 240 y el 90 a. C., fecha en que muere Accio, el último trágico de la época de la República. Sin embargo, conocemos poco de esta actividad dramática: los nombres de varios autores -Ennio, Pacuvio y Accio-, y algunos títulos y fragmentos. A partir de este momento la tragedia decayó y no se tiene noticia de ninguna tragedia en el último siglo de la República. En la época del imperio el gusto del pueblo por los espectáculos circenses y por el mimo relegó la producción dramática, y más concretamente la de asunto trágico, a los círculos intelectuales donde era recitada; se cargan así las tragedias de ese tono retórico característico de la mayor parte de la literatura de la época de Claudio y Nerón. De este período conservamos las tragedias escritas por Séneca el Filósofo, únicas que nos han llegado completas y entre las que se incluye una fabula praetexta, titulada Octavia, que no se puede asegurar que sea obra suya. 
La comedia latina de asunto griego o fabula palliata está en cambio magníficamente documentada en las obras de los dos grandes cómicos de los primeros siglos de la República: Plauto y Terencio. La comedia dejó prácticamente de escribirse y representarse en el siglo I a. de C., ante la competencia del mimo que había ido evolucionando hacia un tipo de farsa licenciosa, con gran número de personajes y que llegó a ser extraordinariamente popular. 
Aunque la mayor parte de las obras dramáticas que nos han llegado son traducciones o adaptaciones de los originales griegos, sobre todo de Menandro, la libertad en el trabajo de adaptación de los autores latinos es total. Los autores latinos no sólo introducen situaciones nuevas y referencias a su momento histórico, sino que también utilizan en una misma obra argumentos de distintos originales griegos e incluso escenas de autores distintos. Este procedimiento se conoce con el nombre de contaminatio y es particularmente visible en las comedias de Plauto y Terencio. 
Según la tradición las primeras representaciones dramáticas en Roma se deben a Livio Andrónico (c.284/204 a. de C.), esclavo de Tarento, a quien se le encargó, en el 240 a. C., la puesta en escena de una tragedia y una comedia traducidas del griego para celebrar los "ludi Romani" con motivo del final de la primera guerra Púnica.
Sabemos que otros autores como Nevio, Ennio y Accio y Pacuvio, sobrino de Ennio, también escribieron dramas latinos pero sólo han llegado hasta nosotros las comedias de Plauto y Terencio y las tragedias de Séneca.

PLAUTO (s. III- II a. C.) nació en Sarsina, ciudad de Umbria, sobre su vida tenemos datos poco fiable, la mayor parte de las informaciones que tenemos proceden de Varrón (erudito del siglo I a. C., que dedicó grandes esfuerzos a llevar alguna claridad sobre las circunstancias de la vida del poeta umbro). Se sabe que en su juventud trabajó en el entorno de compañías dramáticas y que se dedicó al comercio pero que fracasó; como consecuencia del endeudamiento provocado por su actividad comercial se vio forzado a trabajar como esclavo en un molino. En esta situación escribe tres comedias que obtienen un rápido éxito. Fue el más popular de los autores de comedias y dominó absolutamente la escena romana desde el 215 a. de C., fecha de su primer éxito escénico, hasta el 184 a. C., año de su muerte o, al menos, de su última representación. De las 130 obras que conocemos con su nombre sólo 21 se consideran auténticas. Éstas las conservamos aunque no todas completas.
Las comedias de Plauto son todas palliata: Amphitruo, Asinaria, Aulularia, Captivi, Curculio, Casina, Cistellaria, Epidicus, Bacchides, Mostellaria, Menaechmi, Miles Gloriosus, Mercator, Pseudolus, Poenulus, Persa, Rudens, Stichus, Trinummus, Truculentus y Vidularia, ésta última está en estado muy fragmentario. Sus personajes suelen ser: el joven enamorado, el esclavo astuto, el viejo verde, la matrona estirada… El mismo nombre de los personajes suele ser parlante, es decir nos describe las cualidades físicas o morales de quienes lo llevan por ejemplo: Estáfila, Pseudolo…Y el argumento suele ser siempre muy similar: un joven rico se enamora de una esclava pero no tiene dinero para comprarla así que su esclavo decide ayudar al amo a cambio de su libertad. Con toda clase de engaños el esclavo consigue el dinero para su amo. El final siempre es feliz y se descubre que la joven esclava no es tal, sus padres acaban por reconocerla gracias a alguna marca del cuerpo o algún objeto personal.
La finalidad última del teatro plautino es divertir: pretende conseguir un efecto cómico en cada escena, aunque para ello tenga que sacrificar la lógica interna de la acción. Para lograr el efecto cómico deseado no le importa al autor caer en contradicciones, anacronismos e incongruencias; la caracterización de los personajes es a veces extravagante y las situaciones se alargan frecuentemente más allá de lo verosímil, Todo ello contribuye a dar a las comedias de Plauto un carácter fantasioso que es su principal virtud y que las convierte en intemporales.
Las obras dramáticas suelen ir precedidas de un prólogo en el que alguien (que puede ser un personaje, o alguien disfrazado de dios…) cuenta el argumento e intenta ganarse la atención y el aplauso del público. A menudo se incluyen también dos argumentos, uno de ellos en acrósticos y después la obra dividida en cinco actos y éstos en escenas.

TERENCIO: de origen cartaginés, llegó a Roma como esclavo y fue comprado por el senador Terencio Lucano que después lo manumitió y le dio su nombre según la costumbre. Consiguió entrar en el círculo de influencia de los Escipiones, murió joven. De él sólo se conocen las seis comedias que se nos han conservado completas: Andria (la muchacha de Andros), Hecyra (la suegra), Heautontimorumenos (el atormentador de sí mismo), Eunuchus (el eunuco), Phormio (Formión) y Adelphoe (los hermanos).

Las comedias de Terencio tal y como nos han llegado incluyen antes de los cinco actos una didascalia (conjunto de notas que aportan información adicional sobre el autor, el título original griego, los personajes, el lugar y fecha de representación…) y una períoca (resumen del argumento en doce versos) pero ninguna de las dos cosas fueron añadidas por Terencio sino que son muy posteriores. Lo que sí añadió Terencio son los prólogos que a diferencia de los de Plauto no estaban destinados a agradar al público sino a defenderse del ataque de sus enemigos.

Las comedias de Terencio también se diferencian de las de Plauto de la intención pues Terencio no busca la risa fácil de su público sino que intenta educar, su tono es más solemne y su vocabulario más cuidado tal vez por eso Terencio no tuvo tanto éxito como Plauto. Su comedia Hecyra tuvo que pasar por tres intentos de estreno hasta conseguir que se representara. Aunque los personajes son los mismos, Terencio no rompe la jerarquía social, sus esclavos respetan a los amos, los padres se preocupan por sus hijos…

Una de las principales diferencias entre la tragedia griega y la romana es que la griega estaba escrita para ser representada no leída y, en cambio, con la romana ocurría justo lo contrario. Como ya se ha indicado la tragedia comienza en Roma después de la conquista de Tarento en el año 272 a. C., que supuso a su vez la "conquista" de Roma por la cultura griega, según recoge el célebre verso de Horacio: Graecia capta ferum victorem cepit. Desde esta época hubo poetas que tradujeron o vertieron al latín dramas griegos. Se piensa generalmente que la tragedia no alcanzó nunca en Roma la popularidad que lograron la comedia y otras formas escénicas. Quizá la razón de esta opinión generalizada resida en que sólo nos quedan escasos fragmentos de las tragedias de la época republicana y su carácter retórico los hace poco atractivos. Pero lo cierto es que la tragedia tuvo una larga vida en Roma; se siguió representando por espacio de más de doscientos años y los romanos de la época clásica conocían y apreciaban a Ennio, Pacuvio y Accio como grandes trágicos. 

Durante los primeros años del principado de Augusto se confirma la tendencia a la desaparición de la tragedia y de otras formas de drama literario con pretensiones escénicas. Ya en gran parte del último siglo de la República se había constatado la ausencia de obras nuevas para su representación. Por otra parte, el paso del tiempo había dado lugar a cambios tanto en el estilo como en los gustos literarios, lo que hacía que las obras de los tragediógrafos republicanos parecieran cada vez más arcaicas y rudas a medida que pasaba el tiempo. El público romano, menos cultivado que el griego, mostraba preferencia por los espectáculos circenses y, dentro de los espectáculos escénicos, el mimo, las atelanas y las pantomimas sustituyeron a las obras dramáticas de mayor valor literario. De esta forma en el siglo I d. C. la tragedia se convierte en un ejercicio literario dedicado exclusivamente al recitado y la lectura en círculos literarios e intelectuales. La última representación de una tragedia nueva de la que se tenga noticia oficial tuvo lugar en el año 29 a. C; se trata de la puesta en escena del Thiestes de Lucio Varo Rufo promovida por el propio Augusto para celebrar su victoria en Actium. Algo más tarde tenemos noticias de una segunda tragedia del poeta Ovidio titulada Medea. Ambas obras de la época augústea se han perdido completamente y sólo conocemos los títulos y referencias de los estudiosos de los géneros literarios como Quintiliano. 
Las 10 únicas tragedias que conservamos son de esta época y se nos han transmitido bajo el nombre de Séneca.

SÉNECA: la tradición dice que nació en Córdoba de donde era su familia, era hijo de Séneca el retor. Lo que sabemos de su vida procede en gran parte de sus obras. Su formación fue variada, rica y abierta. Adaptó como suya la filosofía estoica hasta el final de sus días. Su salud siempre fue débil. El emperador Claudio lo desterró a Córcega pero Agripina lo mandó llamar y lo nombró preceptor de su hijo Nerón. Fue tutor y consejero de Nerón hasta que éste le obligó a suicidarse acusándolo de participar en el complot que Pisón había organizado en su contra. No tenemos datos fiables sobre la fecha en que Séneca escribió sus tragedias pero se cree que las escribió antes que sus tratados filosóficos. Sus fábulas coturnatas son: Hércules enfurecido, las troyanas, las fenicias, ésta nos ha llegado incompleta, Medea, que es quizás la más conocida de todas, Fedra, Edipo, Agamenón, Tiestes, Hércules Oetano, de dudosa atribución y la "praetexta", titulada Octavia. A Séneca le gustaba recargar sus tragedias de patetismo y efectismo, destierra completamente la influencia de los dioses por considerar, fiel a su moral estoica, que el hombre es dueño de su propio destino.

viernes, 23 de mayo de 2014

Instituciones de la República Romana: Las Magistraturas

En una entrada anterior comenzamos ya a hablar de las instituciones de la República Romana, centrándonos en los comicios. En esta entrada continuaremos tratando el tema de las instituciones republicanas, que como ya dijimos, eran los Comicios, las Magistraturas y el Senado, instituciones que formaban todo el sistema constitucional romano durante la época republicana. En esta entrada hablaremos de las Magistraturas.
Durante el periodo republicano, los magistrados eran funcionarios ejecutivos, elegidos por el pueblo romano reunido en los Comicios. Cada magistrado era investido de un grado de poder, (en latín maior potestas e imperium). Cualquier magistrado podía vetar una decisión de un magistrado con igual o menor poder.
El poder de un magistrado se veía reflejado en varios signos externos, el más importante de ellos eran los lictores, guardaespaldas que acompañaban a los magistrados y portaban los fasces, símbolos de autoridad formados por un haz de treinta varas unidas a un hacha. Según el imperium de un magistrado le acompañaban más o menos lictores, un número que podía variar también según se encontrara dentro o fuera del pomerium (las fronteras tradicionales y sagradas de Roma, dentro de los cuales los magistrados no tenían poder absoluto).
Los magistrados se dividían en Magistraturas extraordinarias y Magistraturas ordinarias. Estos últimos se dividían en Magistraturas mayores, elegidas por los Comicios Centuriados; y Magistraturas menores, elegidas por los Comicios tribunados. El tribuno de la plebe y el edil plebeyo no eran considerados en sí magistrados, pues eran elegidos solo por la plebe, por lo que no serán tratados aquí. Las magistraturas ordinarias eran:
  • Cónsules: eran la más alta de las magistraturas ordinarias, la de mayor imperium. En los primeros tiempos de la República, tras la mítica expulsión del rey Lucio Tarquinio el Soberbio, los cónsules eran llamados pretores, eran elegidos por los Comicios Curiados y eran la única magistratura existente, depositaria de los poderes del rey. Más tarde fueron llamados cónsules y pasaron a ser elegido por los Comicios Centuriados, a la vez que perdían poderes a favor de nuevas magistraturas. Los cónsules eran dos, elegidos para el periodo de un año, y se alternaban en sus funciones cada mes. Ambos cónsules tenían poder de veto sobre las decisiones de su colega. Si un cónsul moría o era depuesto, se elegía un cónsul sufecto para completar el mandato. Los cónsules tenían amplias funciones administrativas, legislativas y judiciales en tiempos de paz, y en tiempos de guerra tenían el mando militar más alto. Los cónsules también leían augurios, algo esencial para dirigir un ejército. Tenían derecho a doce lictores (seis dentro del pomerium), a sentarse en una silla curul y a llevar la toga pretexta
  • Pretores: eran la segunda magistratura ordinaria de mayor imperium. Fueron creados como ayudantes de los cónsules, por lo que fueron elegidos para el mismo periodo de un año y en los mismos Comicios Curiados que los cónsules. Su número fue aumentando con el tiempo, pero cada pretor tenía una función distinta, que se sorteaba entre los pretores elegidos tras su elección. Su función principal fue la de administrar justicia y presidir los juicios. Cuando ambos cónsules se encontraban fuera de Roma, los pretores tomaban en roma las funciones del cónsul. Tenían derecho a la silla curul y a la toga pretexta, como el cónsul, y a seis lictores (dos en el pomerium).
  • Censores: eran los encargados de elaborar el censo y de supervisar la moral pública. No tenían imperium, y por lo tanto no tenían ningún poder oficial, pero sin embargo era la magistratura más prestigiosa. Superaban a todas las magistraturas ordinarias, a causa de su prestigio. Sus acciones no podían ser vetadas por ningún magistrado, solo por los tribunos de la plebe. Eran elegidos por los Comicios Curiados para un periodo inicialmente de cinco años y después de dieciocho meses, y solo los antiguos cónsules eran elegidos censores. El poder del censor provenía de su control sobre el censo, un ámbito en el que no eran limitados por nadie. Los censores realizaban el censo de ciudadanos y propiedades, y podían dejar a alguien fuera de la lista de ciudadanos, cambiar de tribu a un ciudadano, vender sus propiedades, castigarles por mala conducta, falta a los deberes civiles, etc. Su papel como guardianes de la moral era muy reverenciado. Además, eran los censores los que llevaban las listas de senadores, y podían expulsar senadores, por mala conducta. Los censores, al no tener imperium, no tenían derecho a lictores.
  • Ediles curules: eran los oficiales encargados de los asuntos internos de Roma, principalmente el mantenimiento de los edificios públicos, la organización de las fiestas y los juegos públicos, y el mantenimiento del orden público, con funciones similares al de un jefe de policía. Los ediles curules eran dos, elegidos anualmente por los Comicios tribunados, y compartían sus funciones con dos ediles plebeyos. Tenían derecho a dos lictores. El puesto de edil curul era visto por los jóvenes políticos como una forma de organizar grandes juegos y así ganar popularidad de cara a otras elecciones.
  • Cuestor: eran los magistrados encargados de las finanzas y de la supervisión del erario y la hacienda pública. Eran el escalón más bajo de la carrera política (cursus honorum), la elección a la cuestura daba a los jóvenes políticos derecho automático a entrar en el Senado. Eran elegidos por los Comicios tribunados cada año. En sus funciones eran asistidos por los escribas que hacían el trabajo real de contabilidad. En el tesoro del templo se depositaba, además del dinero, las leyes aprobadas. Por otro lado, las magistraturas extraordinarias se elegían en los momentos de crisis, con poderes extraordinarios:
  • Dictador: era una magistratura nombrada en momentos de crisis, cuando eran necesarios poderes extraordinarios. Eran elegidos por el Senado mediante un Senatus cunsultum, por un periodo de seis meses, y tenían el máximo imperium. Durante este periodo, el dictador tenía plenos poderes e inmunidad total por sus acciones, podía gobernar por decreto, alterar el derecho según le pareciera, y cambiar las leyes sin necesidad de aprobación de los Comicios. Al contrario que los otros magistrados, no podía ser juzgado por ninguna de sus acciones después de que su mandato expirara. Desde el punto de vista legal, sus acciones nunca habían existido. Los dictadores tenían derecho a una escolta de veinticuatro lictores (doce en el pomerium, aunque no siempre se respetaba), la misma que tenían los reyes antes de la expulsión de Tarquinio el Soberbio. Dictadores conocidos fueron Lucio Cornelio Sila y Cayo Julio César.
  • Magister equitum: junto al dictador siempre había un magister equitum que servía como el oficial de más alto rango del dictador, y su lugarteniente. El nombramiento del magister equitum se dejaba al dictador, a no ser que el Senatus consultum especificara quién debía ser el magister equitum. Se le concedía el imperium de un pretor, por lo que tenía derecho a seis lictores, pero en ausencia del dictador en Roma se convertía en su representante, y tomaba todas sus facultades.