sábado, 29 de marzo de 2014

Nerón y el primer gran incendio de la historia

Busto del emperador Nerón
Nerón fue el último emperador de la dinastía Julio-Claudia, entre los años 54 y el 68. Durante su reinado centró la mayor parte de su atención en la diplomacia y el comercio, e intentó aumentar el capital cultural del Imperio mediante la construcción de diversos teatros y la promoción de competiciones. Diplomática y militarmente su reinado está caracterizado por el éxito contra el Imperio Parto, la represión de la revuelta de
los británicos y una mejora de las relaciones con Grecia. En el año 68 tuvo lugar un golpe de Estado en el que estuvieron involucrados varios gobernadores, tras el cual lo forzaron a suicidarse.
Se recuerda al reinado de Nerón por una serie de ejecuciones sistemáticas, incluyendo la de su madre Agripina y la de su hermanastro, y sobre todo por la creencia generalizada de que mientras Roma ardía él estaba componiendo con su lira, además de como un implacable perseguidor de los cristianos.

El primer gran incendio de la Historia 


Durante la noche del 19 de julio de 64 estalló en Roma un incendio que devastó la ciudad. El fuego se inició en el sureste del Circo Máximo, donde se localizaban unos puestos que vendían productos inflamables. El viento propagó rápidamente las llamas, sembrando el terror entre la población.
Tras seis días interminables de devastación sin tregua se logró habilitar cerca del monte Esquilino una zona abierta para servir de cortafuegos. Entonces se desató un segundo incendio, cuyo foco se localizaba en el barrio Emiliano.
Ilustración del incendio

El único historiador que describe el incendio, de entre los que vivían en esa época, es Plinio el Viejo, mientras que los demás historiadores de la época, Flavio Josefo, Dión Crisóstomo, Plutarco y Epicteto, no mencionan el acontecimiento en sus obras.
No está realmente claro cuál fue la causa del incendio. Suetonio y Casio defienden la teoría de que fue el propio Nerón quien lo causó con el objetivo de reconstruir la ciudad a su gusto. Tácito menciona que los cristianos se declararon culpables del delito, aunque no se sabe si esta confesión fue inducida bajo tortura. Lo cierto es que los incendios accidentales fueron comunes en la Antigua Roma. Bajo los reinados de Vitelio (69) y de Tito Flavio Sabino Vespasiano (80), estallaron otros dos más. Según Suetonio y Casio, mientras Roma ardía, Nerón estaba cantando el Iliupersis.1 Sin embargo, según Tácito, Nerón estaba en Antium, a aproximadamente 42 km. de Roma y, al tener noticias del incendio, viajó rápidamente a Roma para encargarse del desastre. Tras la catástrofe, abrió las puertas de su palacio a las personas que habían perdido su hogar y abrió un fondo para pagar alimentos que serían entregados entre los supervivientes.
Tácito relata que tras el incendio la población buscó un chivo expiatorio para desatar su ira y empezaron a circular rumores de que Nerón era el responsable. Para alejar de sí las culpas, Nerón acusó a los cristianos y ordenó que a algunos se los arrojara a los perros mientras que otros fueron quemados vivos y crucificados.

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